Las palabras emergen antiguas y anegadas de un olor a primavera. Surgen como si una melodía lejana atravesara el cristal de mi ventana. Viajando a través de la lluvia, transportadas por el viento a mi cabeza. Y el mismo viento, agitado, habitante vagabundo de este mundo y mensajero del futuro me libera de este miedo impertinente, de este sucio malestar de cobardía.

Me hace liviano, transparente y fortalece mi coraza y la esperanza se hace fuerte.

Se mi amigo en el camino, seré bueno si compartes tus bonanzas con los míos, seré manta contra el frío.

Es un mundo frágil, ultrajadlo y su furia se hará fuego en vuestro entierro. Pero amadlo, amadlo con ferviente devoción y una chispa iluminada os hará reyes.

Dueños únicos de una vida que habéis venido a caminar.

La flor nació del amor, y poco después conoció el odio.

Brotaron en su cuerpo espinas con veneno y sus pétalos cambiaron su color a un bermellón. Desde entonces por las noches se arrugaba y se escondía y en los días soleados sus espinas protegían el amor del cual nació.

El joven juró lealtad a la muchacha y para sellar el pacto precisó un sacrificio y una gota de sangre.

Y así, arrancó la flor, ignorando el dolor que las espinas provocaban.

Y así, regaló un cadáver de hojas y pétalos y espinas a una niña que, con la muerte entre las manos, aceptó con entusiasmo la ofrenda del amor.

Y la flor que conoció el odio y nació del amor, aprendió a odiar a quien se amaba, y después vino el fin del mundo.

Agarro el dolor de mi cuerpo,

Lo aplasto con toda mi fuerza e invento el color de una lágrima y que sea la última.

Admiro el valor del espejo,

miro al muchacho de su reflejo y le pido consejo.

Mi alma sonríe, sus ojos me acunan y siento el calor en mis manos.

No importa el peligro si emigro volando arrastrando la estela de una ilusión.

Vivo en un mundo bizarro salido de un chiste escrito en un vaso apurado de alcohol.

Qué dantesca percepción

de un escritor

sobre una idea

sobre un mundo

sobre todos.

Le digo adiós a los duendes. 
Adiós a las hadas aladas del bosque.
Adiós a la magia. 
Adiós a la sombra que escapa del hombre y se esconde.
Adiós a la guardia real de un palacio tallado en un roble.
Le digo adiós a un lejano horizonte que esculpe entre montes caminos extraños.
Adiós al gigante que antaño nació siendo enano.
Adiós a la princesa que sigue esperando en lo más alto a su príncipe azul.
Adiós al herrero plebeyo que aguarda un destino de caballero.
Adiós a los cuentos. 
Adiós a los sueños y adiós al momento de hacerlos verdad... si tú te vas.

Cierro los ojos y acaricio el frío con las pestañas. Destrozo las persianas dejando que las mañanas se acomoden a la orden de volar.
Imagino otros mundos más allá del actual y sopeso pros y contras preparando una maleta que me sirva de virtudes que se eleven por las nubes y que guarde coronas de papel de celofán.
No me importa si el viaje es largo y ancho como el mar.
El mundo en un segundo no se puede visitar, solo puedo imaginar las aventuras que atesoran las ciudades que nos gritan desde lejos para irlas a conocer.
Quiero ser escudero de mis pasos, almirante de los cielos y de pájaros volando. Capitán de lo que amo en un buque de madera, bucanero mujeriego, fiel al juego y la cerveza.
Un pirata con un parche y un aventurero historiador que imparta clases a magnates de la vida.
Y cierro los ojos y reina el silencio en esta parte del mundo, soñando que juntos pactamos segundos con las olas del mar.

Hay una parcela en el cielo, una cancela de candado abierto esperando el momento de un mágico encuentro.

No existen palabras escritas o habladas, tintadas de plata o de aguas perladas que entiendan lo enorme que esconde ese nombre que leo en el cielo.

No ha habido momento ni eterno en el tiempo capaz de acercarse a un frágil intento de parecerse.

No habrá sentimiento surgido del fuego ni juego de amantes ni instantes tan bellos que borden recuerdos con tanto lamento en un cruce de vías.

No existe el amor más allá de esas manos, tras esos abrazos tan deseados y besos robados entre bambalinas. Nunca unos labios crearon un mundo con tantas sonrisas.

Jamás se verá y no volverá ningún escenario a servir de muestrario para dos corazones.

En la vida la muerte tendrá otra ocasión de aspirar al amor tan grande y tan fuerte, tan noble y valiente, tan puro el instante que al verte se haría de nuevo mi suerte.

Y nadie sabrá cuan atroz es tu nombre gritado en el tiempo, desgarra mi alma y en mi garganta al pronunciarlo regresa el calor de un teatro que vivió atormentado al convertirse en esclavo de las tentaciones de dos corazones bailando.

Te guardo, como se guardan los secretos, como se ocultan los momentos.

En mis recuerdos te guardo.

De valiente corazón.
De rebelde condición.
De repente la visión se ha transformado, ha trastornado a la pereza y la tristeza está de más.
Consciente de la nueva situación de liberación, la superación a conquistado el continente de una mente cercenada por el miedo.
No importa ahora cuanto corra y donde llegue si el despliegue de su fuerza hace frente al enemigo.
Cuando palpita en su pecho el universo entero y el aliento le da el último empujón.
El indomable asiente sonriendo cuando escoge a ese guerrero preparado para la acción.

Estalla la batalla y no se halla en el terreno escarpado ni se encuentra maniatado ni lejano en la intuición de pelear para ganar.
Alcanza guerrero indomable el estado de grandeza ante el río caudaloso que se hace grande en tu cabeza.

La victoria a un solo paso. La entereza en el escudo. La destreza en las dos manos. La simpleza de saberte vencedor.

Vosotros. Vulnerables.

Vosotros. Temerosos de encontraros.

Decid si no es de amargos el viento que os arrastra.

Decid si no es de otros.

Contadme las heridas que empañaron vuestra piel, que surcaron el ayer como lágrimas que arrastran agua helada y perladas con silencios que acuchillan se amoldaron a un rincón de vuestro ser. Decidme si es tan triste, si le visteis zambullir en queroseno los cajones con las cartas que escribisteis con miradas y las sábanas que antaño hacían daño sin querer.

Una fractura que os cruza y se burla diciendo que jamás sanará.

Una grieta escarpada que duele al tocarla cual madera astillada que no dejará de sangrar.

Un corazón si es cobarde no arde en el fuego pero el propio tormento es agua hirviendo y os quema al mirar.

Un corazón con heridas palpita una vida que sufrió por amar. 

Yo veo la vida a través de mi alma y no falta templanza ni me sobra dolor. Asalto los días con sonrisas por arma y le robo las horas al maldito reloj. No me siento pequeño en mi empeño y no escalo peldaños, yo esquivo los años cantando a pulmón. Averiguo mi meta y en mi cabeza se dibuja a conciencia la palabra certeza cuando arranco el motor.

No me pueden tumbar trapaceros con lenguas que canten a treguas con el hacha en las manos.
No podrán suplantar la osadía que llevo como llavero y la sonrisa que cuelga de mi cinturón.
El himno que canto lo silva hasta el viento y no hay tiempo tan lento o momento de hielo que me haga perder la ilusión.

Yo canto a la vida convirtiéndome en risa del corazón, y siendo amigo del aire hago un largo viaje hacia rutas salvajes que recuerden lo hermosas que son las baldosas que ascienden llegando a un mundo mejor.

Soy amigo de la vida.

¿Qué se esconde en tu pecho?
¿Qué oculta tu lecho y qué techo te cubre del rumor de los truenos?

Las agallas se afilan cuando miras al cielo.

- Creo que tú puedes darme lo que necesito.
- ¿Y si no es así?
- Haremos que así sea.

El hombre preguntó por qué no podía ser feliz.
El niño le respondió: Has olvidado cómo quererme.